En el programa de streaming La Misa, conducido por El Gordo Dan y transmitido por el canal Carajo, comenzó a popularizarse una frase cargada de simbolismo: “De Máximo a Néstor”. Lejos de ser una simple ocurrencia, la expresión condensa una teoría no comprobada que circula hace años en los márgenes de la discusión política argentina: que la muerte de Néstor Kirchner no habría sido natural, sino producto de un disparo, presuntamente a manos de su propio hijo, Máximo Kirchner.
La teoría fue originalmente impulsada por el abogado Juan Ricardo Mussa y otros sectores marginales, y sostiene que durante la madrugada del 27 de octubre de 2010, una discusión familiar entre Néstor y Cristina Fernández habría escalado hasta una situación violenta. En ese contexto, según la denuncia, Máximo habría intervenido y, en un forcejeo, se habría producido el disparo fatal.
Esta versión, rechazada por la familia Kirchner y nunca confirmada judicialmente, se sostiene en testimonios no verificados, versiones de supuestos testigos y elementos simbólicos, como el cajón cerrado en el velorio del expresidente. También se mencionan declaraciones del médico del hospital de El Calafate —quien habría renunciado— y versiones sobre una herida de bala, lo cual nunca fue acreditado oficialmente.
Años después, el propio expresidente Carlos Menem deslizó en público la hipótesis de que la muerte de Kirchner habría tenido otro origen, sumando combustible a la especulación, pero sin presentar pruebas ni fundamentos sólidos.
La frase “De Máximo a Néstor”, en ese sentido, no alude directamente a los protagonistas en términos políticos o familiares, sino que funciona como código o guiño críptico para calificar situaciones extremas, tensas o cargadas de violencia implícita. El hecho de que haya surgido en un programa de tono informal, irónico y viral, no impidió que el concepto se expandiera rápidamente en redes sociales, donde es usado tanto en tono de burla como de crítica.
Más allá de la veracidad o no de esta teoría —que carece de respaldo judicial o forense—, el fenómeno evidencia cómo ciertas narrativas marginales pueden filtrarse en la cultura digital, resignificarse y adquirir vida propia como expresiones simbólicas. En una sociedad polarizada, donde los códigos políticos y mediáticos se reescriben constantemente, frases como esta terminan funcionando más como reflejo de desconfianza social que como afirmación fáctica.