Cada 8 de enero, Argentina se tiñe de rojo para homenajear al Gauchito Gil, una de las figuras más queridas y veneradas de la tradición popular. Esta fecha conmemora su fallecimiento y reúne a miles de devotos que, movidos por la fe y la gratitud, peregrinan al principal santuario ubicado a pocos kilómetros de Mercedes, Corrientes. A lo largo del país, el fervor también se manifiesta en altares adornados con velas, pañuelos rojos y ofrendas en honor a su figura.
En ciudades como Paraná, el santuario en la intersección de Avenida Circunvalación y Blas Parera se convierte en un punto de encuentro para los “promeseros” que agradecen los milagros atribuidos a este justiciero popular. Las celebraciones están marcadas por oraciones, cánticos y promesas cumplidas, una tradición que refuerza el lazo cultural que el Gauchito Gil representa para los argentinos.
La historia de un mito eterno
Antonio Mamerto Gil Núñez, nacido en Mercedes alrededor de 1847, trabajó como peón rural y fue reclutado para la Guerra de la Triple Alianza. Según la leyenda, una visión del dios guaraní Ñandeyara lo impulsó a desertar del ejército y dedicarse a ayudar a los más necesitados, despojando a los ricos para repartir entre los pobres. Esta faceta de justiciero, junto con los dones que se le atribuyen para curar y proteger, cimentaron su lugar en la memoria popular.
A pesar de su bondad, su vida terminó trágicamente. Fue capturado y ejecutado en cercanías de Mercedes, en un acto que muchos consideran injusto. Se dice que, antes de morir, le pidió al verdugo que rezara en su nombre, advirtiéndole que su hijo enfermaría y sólo sanaría si pedía ayuda al Gauchito Gil. Al cumplirse esta predicción, nació el mito que lo ha transformado en un símbolo de fe y justicia.
Un culto que trasciende generaciones
El Gauchito Gil es mucho más que una figura religiosa; es un ícono que conecta a los argentinos con valores de solidaridad y justicia social. Sus altares, reconocibles por el predominio del color rojo, no solo son lugares de culto, sino también espacios de identidad colectiva.
Cada año, devotos rezan esta oración como parte de su ritual:
«Oh, Gauchito Gil, tú que fuiste un gaucho fuerte y bravo, de espíritu justo e indomable, te invoco para pedirte que [se menciona el pedido]. Te pido humildemente que se cumpla por intermedio ante Dios, y prometo cumplir mi promesa como muestra de mi fe en vos y en Dios. Sé que así será. Amén.»
El culto al Gauchito Gil es una muestra viva de la fe popular que sigue uniendo a miles de personas a través de la memoria, las promesas y la esperanza de justicia y protección. En cada oración y cada vela encendida, su legado se renueva, convirtiéndolo en un símbolo perdurable en la cultura argentina.