Desde su nacimiento, el peronismo ha estado fundamentado en un principio claro: el verticalismo. Este concepto, que implica una lealtad incuestionable hacia la estructura del partido, ha sido la base de su funcionamiento a lo largo de las décadas. Bajo el lema “el que gana gobierna, el que pierde acompaña”, el Partido Justicialista exige a sus afiliados el respeto absoluto de esta jerarquía. Aquellos que no estén de acuerdo con estas reglas tienen la opción democrática de expresar su desacuerdo, incluso con la desafiliación, pero siempre dentro de los límites que establece la doctrina.
A lo largo del siglo XXI, sin embargo, algunos peronistas han decidido romper con esta tradición. Cada vez más, miembros del partido han dado un giro hacia otras fuerzas políticas sin renunciar a su afiliación. Esta actitud pone en tela de juicio los principios del “SER PERONISTA”, un concepto que no admite ambigüedades ni contradicciones. A pesar de los mecanismos democráticos internos del partido, violar las normas del verticalismo peronista trae consigo consecuencias claras, reguladas por la Carta Orgánica del movimiento.
Durante años, los fieles a este principio han soportado en silencio prácticas que podrían parecer ajenas a la esencia del peronismo, como el nepotismo o designaciones sin elecciones internas. Todo ello en aras de preservar la integridad de sus convicciones y evitar traicionar los ideales de la doctrina peronista. Sin embargo, la realidad actual ha reabierto el debate sobre la necesidad de aplicar una “amnistía” a aquellos que, movidos por debilidades humanas, han optado por militar en otros espacios políticos. Muchos proponen que estos compañeros arrepentidos deben volver a las filas, pero desde el último lugar, comenzando de nuevo su proceso de formación y demostrando su compromiso con el verticalismo.
Este enfoque también abre la puerta a un debate más amplio: la idoneidad de permitir que nuevos afiliados, sin una trayectoria consolidada en el partido, puedan aspirar a cargos en las internas partidarias. Según algunos críticos, esta apertura socava los valores tradicionales del peronismo, que siempre ha abogado por una educación política profunda y continua, con bases humanistas y cristianas que solo se adquieren con el tiempo.
En conclusión, el peronismo enfrenta un momento de reflexión interna, en el que el verticalismo sigue siendo un pilar fundamental. Las decisiones que se tomen hoy, tanto en términos de amnistías como de acceso a cargos internos, marcarán el futuro del movimiento y su capacidad para mantenerse fiel a sus principios fundacionales.