María Eugenia Vidal fue nombrada jefa de campaña del PRO de cara a las elecciones legislativas del 18 de mayo de 2025 en la Ciudad de Buenos Aires. Con este rol, busca proyectar al partido fundado por Mauricio Macri como una fuerza liberal, abandonada del recorte del gasto público y la baja de impuestos. Sin embargo, esta narrativa presenta una fuerte disonancia con su historial como gobernadora de la provincia de Buenos Aires entre 2015 y 2019.
Lejos de representar los valores del liberalismo económico que hoy defiende, la gestión de Vidal mostró una inclinación hacia medidas propias del intervencionismo estatal. Durante su mandato, implementó una reforma fiscal que incluyó importantes subas en el Impuesto Inmobiliario y el Impuesto Automotor, con incrementos que en algunos casos superaron el 30% anual. Estas decisiones, justificadas como una herramienta para sanear las finanzas provinciales, golpearon directamente a los contribuyentes bonaerenses.
En lugar de avanzar con una política de reducción del gasto, optó por seguir financiando al aparato estatal con el bolsillo de la ciudadanía, en un contexto inflacionario que en 2018 trepó al 47,6% según cifras del INDEC. Esta contradicción entre discurso y acción terminó erosionando la credibilidad de su gestión y contribuyó al regreso del kirchnerismo en 2019.
Pero tal vez uno de los episodios más reveladores de su postura alejada del liberalismo se produjo durante la crisis cambiaria de 2018. En aquel entonces, Vidal lanzó amenazas públicas hacia empresarios que aumentaban precios, afirmando que los iba a «señalar», en una actitud más cercana a prácticas populistas que al respeto por la libre competencia y el funcionamiento del mercado.
Esa frase, “Voy a señalar a los empresarios que están aumentando los precios”, en subió alarmas entre quienes esperaban del PRO un compromiso real con la libertad económica. En cambio, mostró a un dirigente que no dudaba en utilizar el discurso del control estatal sobre el sector privado.
Mientras encabeza una campaña en CABA basada en la baja de impuestos y la austeridad fiscal, Vidal carga con un pasado que contradice ese relato. Sus decisiones al frente de la provincia de Buenos Aires la colocan más cerca del kirchnerismo que del liberalismo que hoy pretende representar. El riesgo para el PRO es claro: si el discurso no se alinea con los hechos, la credibilidad de sus referentes puede derrumbarse, y con ella, su base electoral.