El humo blanco coronó la tarde vaticana y, una hora después, la frase esperada resonó en latín: “Habemus Papam”. Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono Dominique Mamberti anunció al mundo la elección del nuevo pontífice: el cardenal estadounidense Robert Prevost, quien asumió el nombre de León XIV y se convirtió en el Papa número 267 en la historia de la Iglesia.
Prevost, de 69 años, nació en Chicago, pero su camino pastoral lo unió profundamente con América Latina, especialmente con el Perú. En su primer mensaje al pueblo de Dios, el flamante Papa expresó: “El mal no prevalecerá”, y realizó un llamado enfático a la paz: “A todos los pueblos del mundo, los invito a caminar en la reconciliación y la esperanza”. Entre aplausos y vítores, dedicó unas emotivas palabras en español: “Y si me permiten también una palabra, un saludo… a todos aquellos, en modo particular, a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú”.
La elección de Prevost marca un hecho significativo. No solo por su nacionalidad doble —estadounidense y peruana— sino también por su cercanía con el papa emérito Francisco, a quien agradeció públicamente en su discurso inaugural. “¡Mi gratitud al papa Francisco!”, exclamó León XIV, remarcando la continuidad espiritual y pastoral con su predecesor.
Su vínculo con el Perú se remonta a 1985, cuando llegó como misionero agustino. Tras dirigir el seminario de Trujillo por una década y volver años después como obispo de Chiclayo, obtuvo la nacionalidad peruana en 2015. También ejerció cargos claves como el de administrador apostólico del Callao y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Desde 2023, se desempeñaba en Roma al frente del Dicasterio para los Obispos y como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.
Con su elección, la Iglesia Católica inicia una nueva etapa marcada por una mirada amplia y latinoamericana, guiada por un pontífice con experiencia en las periferias, comprometido con la paz, la justicia y el diálogo global.