“Ayer se fue mi viejita, María Teresa Corral. Hoy vuela alto, viaja en paz, con una vida tejida de amor y plenitud. Nos dejó un ejemplo y un camino donde los recuerdos crecen y se fortalecen en su obra dedicada a los niños. Productora independiente, compositora y cantante, dejó huellas en discos, programas de radio, libros y mucho más que dan testimonio de su legado. Se fue cantando un ‘Gracias a la vida’, que escuché con orgullo, de esa madre luchadora que seguirá siempre presente”.
Con estas palabras, el músico Sergio Dawi despidió a su madre. Y más allá de la fuerte emoción de su recuerdo, su breve relato se convierte, además, en una muestra de lo más objetiva del trabajo que ha realizado durante décadas María Teresa, una referente ineludible de la música infantil de la Argentina.
Había nacido en 1931, en Buenos Aires. Era la menor de tres hermanos. Su madre era profesora de música. Aunque cuando María Teresa nació ya no se dedicaba la docencia, esa semillita había quedado en la casa familiar. Y habrá que echarle la culpa a su hijo Sergio Dawi por el hecho de que María Teresa se afirmara en la docencia enfocada a los más chicos. Cuando Sergio tenía cinco años se inauguró el departamento de educación para niños del Collegium Musicum. María Teresa no sólo llevaba a su hijo para formarse, también se convirtió en docente de la institución.
“Poco después me entusiasmé y empecé a componer”, reconoció en una entrevista para el Cuarto Encuentro de Música y Educación de Momusi Amba. Así nació Vamos a inventar canciones, el primero de varios discos que publicó. Y la cosa no quedó allí. Porque María Teresa se dio cuenta de que, interrumpir demasiado a sus alumnos era una manera de no dejar que ellos se expresaran; por eso debía encontrar, para ella, otra una manera de expresarse que, en definitiva, no debía ser el aula sino el escenario. “Creo que una cosa no contradecía a la otra. Es decir, lo que decía en mis talleres y lo que hacía en el tablado. Y los chicos, entonces, tuvieron en el aula su lugar para explayarse porque yo tenía ese otro lugar, para explayarme.”
Gracias a esos “tablados”, que en general se montaban en plazas porteñas, conoció al director de Radio Municipal, que la convocó para hacer un programa que se llamó A parar la oreja.
Los siguientes álbumes -Sin permiso sale el sol, ¿Y Mambrú?, El rondó de la gallina, Estás creciendo, La murga y el picaflor y Como las ramas al árbol– fueron el testimonio de toda esa composición que escribió durante varias décadas. Incluso, en algunas de esas producciones participaron actores de renombre, como Osvaldo Terranova y Hugo Arana.
La noticia de su partida despertó el sentimiento de muchos que la conocieron dentro y fuera del ambiente musical. Un músico como Axel Krygier, de sólida trayectoria, escribió un mensaje para la familia de Corral que dice: “A mis 10 años grabé en el disco ¿Y Mambrú? con un coro, y tuve el gusto de conocerla en estudio de grabación. Y en casa, ‘El jardín de los problemas’ es emblema familiar”.
Buena parte de sus discos fueron editados por el sello que ella misma fundó, Cornamusa. Pero no fue una etiqueta solo para sus álbumes. Por allí salieron, también, producciones de los artistas más variados. De Bola de Nieve y Abel Carlevaro a Daniel Viglietti.
El contexto de época también le dio a Corral la posibilidad de poner reflexión, en el cancionero infantil. Así fue que llevaron su firma temas como “Quiero crecer con mi país”. Es aquel que dice: “Quiero saber un poco más, para crecer con mi país. Para ayudar a transformar la realidad de cada día. Entre el cielo y la tierra, mil preguntas; mientras el sol madura y el viento desparrama las semillas. (…) Al acero transformo y le doy vida. La madera en tus manos se humaniza. Pero hay que estar alerta con tanta maravilla; solo sabiendo, el hombre la domina”.
Cuando el siglo terminaba se embargó en un proyecto colectivo. Creó, junto a grupos y solistas como Los Musiqueros, Daniel Viola, Caracachumba y Sonsonando, el famoso MOMUSI (Movimiento de Música para Niños) que se convirtió en una de las plataformas más importantes para el desarrollo y la difusión de música para chicos.
“Entre lo que denomino experiencias comunitarias, unas de ellas fue Promin (Programa Materno Infantil y Nutrición). Fue un proyecto nacional para madres. A mi me contrataron durante dos años para la parte musical. Fue muy enriquecedor, porque siempre es un ida y vuelta. La canción era eje de muchas cosas en sus vidas. Si bien no era la época de Ni una menos, muchas se dieron cuenta de que no tenía lugar en la casa más que la cocina”.
Y sobre el surgimiento de Momusi, decía: “Fue una época muy linda, con grupos de excelencia. A partir de ese nivel aspiramos a crecer. Tuvimos, durante nueve años, un lugar en el Teatro San Martín; luego, el Ministerio de Educación de La Nación nos ofreció ciclos en el Interior del país. Latinoamérica corre con los estragos de los medios de comunicación que ignoran los valores musicales que deberían estar en las orejitas de los niños y de los adultos. Hay gente que cree que los chicos son solo castañuelas. Hay que penetrar ese muro poco noble del éxito que solo busca la plata, sin calidad humana. Ese que no mira el cielo”, decía.