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Toma de rehenes para quebrar el déficit cero

por masquenoticiasesquina
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Toma de rehenes para quebrar el déficit cero

Según la Real Academia Española, rehén es una persona retenida por alguien para obligar a un tercero a cumplir ciertas condiciones. No menciona, en cambio, la versión más perversa de la política: el chantaje moral. Esto es, cuando se utilizan grupos vulnerables para forzar, mediante el peso de la opinión pública, medidas contrarias al bien común en nombre de un humanismo tan falso como oportunista.

Existe ahora una inédita posibilidad de cambio profundo en el país, para sentar las bases que permitan mejorar el nivel de vida de la población con empleo regular, educación de calidad, vivienda digna, acceso a la salud, seguridad pública y cobertura previsional. Esos objetivos solo podrán lograrse si la Argentina logra recuperar su moneda, equilibrar sus cuentas fiscales e integrarse al mundo de forma consistente, durante varios años. Con una mochila de nueve defaults, dos hiperinflaciones, veintidós acuerdos con el FMI y trece ceros menos al peso desde 1992, necesita construir una reputación inexistente. Demostrar convicciones firmes como si todos los dirigentes, por arte de magia, fuesen estadistas y la población, japonesa. Sin más agachadas, ni picardías de comité. La regla del déficit cero cumple ese rol.

La llave la tiene el peronismo con sus senadores, diputados, gobernadores, intendentes, sindicalistas y dirigentes empresarios. El riesgo país es, en esencia, riesgo peronista.

Pero la destrucción de la moneda, el desequilibrio fiscal y el credo aislacionista no han sido resultado de un evento desafortunado en nuestra evolución natural, sino la matriz de un modelo que enriquece a pocos y degrada a la mayoría. Casi la mitad de lo producido en la Argentina se canaliza a través de la política. Es decir, del sector público. Y como todo gasto estatal es siempre un ingreso privado, esa expansión desmesurada tiene correlato en la bonanza de bolsillos individuales. Dicho de otra manera: tiene dueños que la defenderán con uñas y dientes hasta el final. Incluso tomando de rehenes a los ancianos, las mujeres y los niños para forzar el fracaso del déficit cero.

El actual Parlamento no desea acompañar reformas que modifiquen ese statu quo y, al oponerse, impide generar confianza para que ingresen capitales y se mejore la actividad económica. Ni tampoco permite “nivelar la cancha” como piden las pymes para reducir costos y competir en una economía abierta. La llave de esa cerradura la tiene el peronismo con sus senadores y diputados, gobernadores e intendentes, sindicalistas y dirigentes empresarios. El riesgo país es, en esencia, riesgo peronista.

El temor de dejar lo “malo conocido” por lo “bueno por conocer” fue propicio para que los malos conocidos presagien calamidades rogando que el dólar se escape y la inflación se dispare

Para lograr que los cambios -los hechos y por hacer- no queden sujetos con alfileres, se requiere remacharlos con votos que los convaliden. Así no quedarán dudas respecto de la voluntad colectiva de transformación pues, sin ella, serán flor de un día. Solo mediante mayorías legislativas será posible doblegar la fuerza de quienes defienden el clientelismo improductivo, las contrataciones arregladas, los mercados cautivos, los abusos laborales, la prepotencia sindical y las rentas de privilegio.

Ese desafío pone en peligro estructuras de poder consolidadas por décadas de populismo en los partidos, en los sindicatos, en las cámaras y en las profesiones. Sin omitir a las universidades, los tribunales, las provincias y los municipios. Y no nos referimos a la corrupción, pues ella es pública y notoria, sino al impacto negativo que tantos incentivos torcidos han tenido sobre los quehaceres argentinos hasta convertirlos en una madeja de improductividad.

El temor de dejar lo “malo conocido” por lo “bueno por conocer” ha sido propicio para que los malos conocidos enciendan alarmas y presagien calamidades rogando que el dólar se escape y la inflación se dispare. Quebrar el equilibrio fiscal es su último intento para afectar las expectativas y revertir la dirección del voto popular. Quieren que la flecha de Paris no falle y acierte en el talón del Aqueo antes de octubre.

Su estrategia es utilizar a los jubilados, a los discapacitados, a los niños y a los enfermos como rehenes de un chantaje moral que convoque a aliados impensados, desde la propia derecha hasta el progresismo populista. Y de ese modo forzar, mediante el peso de la opinión pública, aumentos del gasto estatal sin financiación suficiente, en nombre de un humanismo que jamás han sentido. Ni cuando arrojaban bolsos ni cuando contaban billetes ni cuando los lavaban en hoteles.

No les importa la situación de aquellos, sino su propia imagen diciendo que les importa la situación de aquellos. Durante las últimas décadas nada hicieron para mejorarla, salvo anuncios efímeros siempre desmentidos por la realidad. En diciembre de 2023 se había alcanzado un 50% de pobres y un 10% de indigentes, pero entre los chicos entre 13 y 17 años la pobreza sumergió al 59% y la indigencia, al 19%. El 40% de quienes trabajan no aportan al sistema previsional pues carecen de empleo regular y de obra social. Esas cifras espeluznantes no son resultado de una guerra o de un cataclismo, sino de un gasto público que creció “en el aire” mediante una secuencia de medidas exactamente iguales a las que ahora enorgullecen a quienes las votan.

Todo ello cobra vigencia al debatirse los haberes jubilatorios, la emergencia en discapacidad, los gastos del hospital Garrahan, el sistema de residencias o los presupuestos universitarios. O cuando gobernadores reclaman fondos sin hacer el menor esfuerzo por achicar gastos propios pues tienen poco para ganar, ante sus votantes si el riesgo país baja y mucho para perder si reducen sus estructuras.

Existe un amplísimo menú de egresos que podrían rebajar, si de verdad quisieran, para atender a los más vulnerables sin revertir la estabilidad de precios, pero no es lo que desean, sino lo contrario. Hay 4 millones de empleados públicos, un tercio en puestos nacionales y dos tercios en provincias y municipios. En la órbita política, son 1525 legisladores, de los cuales 329 ocupan bancas nacionales y 1200 en las legislaturas locales. Sumados a los asesores y “chocolates” varios hay mucho dinero sin control que podría destinarse a quienes hoy reclaman. Recordemos que son 10 millones los jubilados y pensionados en el país, de los cuales los de Anses (6.1 millones) insumen el 60% del presupuesto nacional y más de la mitad corresponden a moratorias y pensiones no contributivas. Todos son gastos, todos son “derechos adquiridos”, todos son amparos, todos son cheques sin contrapartida de ingresos. Ese es el problema de fondo, la causa por la cual la inflación llegó al 211.4% en 2023 y por la cual siempre busca regresar, oculta tras el ropaje de las buenas (o las malas) intenciones.

Como los precios se han calmado, las encuestas demuestran otras preocupaciones, desde la dificultad para llegar a fin de mes a la lenta reactivación económica. En respuesta, algunos proponen nuevas estrategias cambiarias o monetarias sin advertir que el problema no es técnico, sino político. No bastan los DNU ni las circulares del Banco Central ni las resoluciones de ARCA. Para satisfacer aquellos malestares sociales se requieren leyes que reduzcan la carga tributaria, eliminen organismos, flexibilicen los vínculos laborales, supriman privilegios y permitan acuerdos de libre comercio. Que los representantes del pueblo levanten la mano y aplaudan de pie, como en el default de 2002, sin cruzar los dedos bajo sus bancas.

Por primera vez el presidente es economista y tiene la decisión de cumplir con su programa. Siempre fue a la inversa y los mejores ministros nunca lograron que sus consejos fueran adoptados por sus presidentes, que los metían en un cajón. Salvo José Ber Gelbard, en 1973, cuyo programa culminó en el Rodrigazo dos años más tarde. Ahora se toma como un dato el “respaldo presidencial” que antes nunca existió y, asumiendo como normal esa insólita realidad, se proponen alternativas de corto plazo que pueden afectar el índice de precios, desconociendo la importancia de las próximas elecciones. La firme convicción del Presidente no es suficiente, se necesitan votos para que esa fe transformadora pueda cristalizarse en realidades.

Se debe aprovechar aquella conjunción de astros para completar lo existente, con lo que aún falta. Pues si no se logran mayorías parlamentarias no habrá reformas estructurales, ni cambiará el modelo, ni se abatirá la pobreza. El mercado lo advertirá, el riesgo país subirá, no ingresarán capitales y nadie llegará a fin de mes, salvo quienes continúen prosperando bajo el paraguas del mismo Estado deficitario, prebendario e ineficaz que los acogió hasta ahora.

En ese momento se verificará si, además de perder a los rehenes más vulnerables por culpa de quienes los usaron para extorsionar, también hemos malogrado a toda la población, prisionera de un sistema funesto y moralmente injusto, al haber quebrado una regla tan simple como el déficit cero.




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